Artículo que realicé para MUSICOMANÍA - Boletín informativo de la Banda de la Escuela de Música de Bullas - y que aparece en el Nº 23 (del 10 de Diciembre al 11 de Enero de 2005)
Está claro que haga lo que haga uno, siempre habrá alguien que ponga alguna pega. No puedes dar ningún paso sin que nadie te encuentre alguna falta. Es como la historia del muchacho que iba con su padre en un burro. Es posible que la hayáis oído de otra manera pero a mí me ha llegado de ésta otra: “Érase una vez un muchacho joven que ayudaba a su padre en los trabajos del campo. Un día muy caluroso tuvieron que hacer un largo trayecto en compañía de su burro. El padre dejó que el hijo montara en el burro mientras que él iría a pié, pues prefería caminar por razones de salud. Al poco tiempo les sale un anciano y piensa: Este joven tiene poca consideración. Podría dejar que su padre montara en el burro y él, que es mucho más joven, podría ir andando. Pobre viejo. Más adelante el hijo le ofrece al padre que se monte en el burro porque a él le parecía que ya estaba un poco cansado después de una buena caminata y, además, a él también le apetecía caminar. Al poco tiempo les sale un chico y éste piensa: ¡Vaya con el abuelo!, como se aprovecha por ser adulto... Él va tan cómodo y deja que vaya caminando al chaval. Pobre joven. Más adelante, el joven tiene que decirle algo a su padre y como es un poco sordo se tiene que montar con él para que le pueda escuchar. En ese momento les sale un defensor de los animales: !Qué sinvergüenzas! Podrían ir andando los dos y no aprovecharse de la superioridad humana. Pobre animal. Finalmente falta poco para llegar a su destino y deciden caminar los dos juntos. Y en ese momento llega un espabila(d)o y piensa: Con el calor que hace hoy y éstos vienen andando pudiendo ir montados en el burro. Qué imbéciles...”
Como vemos, en esta historia aparecen 4 personas distintas que salen al encuentro de nuestros protagonistas. Si en las 4 ocasiones hubiera salido la misma persona tampoco sería nada extraño puesto que la gente, hoy en día, no suele conservar los mismos criterios y lo mismo piensa una cosa que otra según le convenga. La gente no suele tener principios y suele pensar o actuar de diferentes maneras según cuándo le convenga y sin un criterio más o menos coherente. Como decía Grouxo Marx (Actor y Comediante estadounidense): “Éstos son mis principios. Si no le gustan tengo otros.” Aunque yo prefiero: “Nunca olvido una cara, pero con usted voy a hacer una excepción”. Hay gente que, además de meterse en el terreno profesional de cada uno, también se meten en el terreno personal. En mi caso lo que más me preocupa no es lo que se diga de mí puesto que la mayor parte no tiene ningún fundamento. Lo único que me preocupa y lo único que me importa es mi trabajo y mis alumnos (el término engloba también a todos los músicos que están bajo mi batuta), aunque luego muchos te den la espalda. Y no solamente me siento orgulloso de mis alumnos sino de todos aquellos que lo fueron en alguna ocasión. Lo cual no impide que en determinados momentos te puedas sentir decepcionado por uno u otros motivos porque precisamente te preocupas por ellos y porque, además, te importan y quieres lo mejor para ellos. Y por defender ese principio estoy dispuesto aguantar todos los sinsabores y todas las dificultades que la vida, día a día, te pueda ofrecer, que desgraciadamente son bastantes, porque en el fondo haces, no sólo lo que verdaderamente quieres hacer, sino que además haces lo que crees que debes de hacer. No siempre el camino más fácil es el más correcto. Puede ser que haya gente que no lo entienda así. Puede ser que haya gente que crea que todo se arregla con un puñado de euros. Y por ello están dispuestos a renunciar al sacrificio que supone dominar medianamente un instrumento, al esfuerzo diario por conocer más sobre la música que se está interpretando, al espíritu de superación en la interpretación de dichas partituras, y en definitiva al estudio, a la disciplina y al desarrollo del conocimiento musical.
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